JÓVENES Y PANDEMIA

La pandemia ha producido una agudización de todos los malestares de la población en general, pero muy en particular en los jóvenes. Esto lo hemos podido ver claramente todos los profesionales que atendemos adolescentes en nuestras consultas.

Los jóvenes adolescentes atraviesan una de las etapas mas difíciles en la vida de un ser humano, de hecho, no hay adolescencia sin crisis. Se trata de una transición a la etapa adulta que implica para el joven cambios a todos niveles; subjetivo, corporal y social.

El psicoanalista Sigmund Freud habló de “la metamorfosis de la pubertad” para hacer referencia a todos estos cambios y sobre todo al cambio que se produce a nivel de las relaciones. Y es que, a partir de la adolescencia, su mundo pasa de estar centrado en sus padres, a focalizarse en sus semejantes. Se produce para ellos un vacío en el saber del Otro parental, y las respuestas de los padres dejan de ser válidas a la hora de poder simbolizar o nombrar algo de lo que les ocurre a ellos en sus cuerpos y subjetividades.

Así, podemos hacernos una idea de lo difícil que ha sido vivir esta pandemia para ellos, ya que los ha dejado bastante solos separados de sus semejantes a los que ellos, en este momento, se aferran con fuerza para tratar sus crisis.

Ellos,  los amigos del grupo, les servirán como referencias y será allí donde los jóvenes busquen sus respuestas y el alivio de sus angustias. Para ellos, una forma de dar salida a estos malestares y a la soledad que implica “la metamorfosis de la pubertad” son las prácticas en grupo: botellones, performances, bandas violentas, comunidades virtuales…etc.

Estas formas de grupo , son precisamente una de las salidas utilizadas por los adolescente para tratar sus padecimientos. Este actuar en grupo, puede ser muchas veces una falsa salida, ya que a veces se utiliza al grupo para dar rienda suelta a la pulsión sin freno, lo que puede llevar a tener peligrosas consecuencias. Es lo que estamos viendo en estos días en los altercados violentos que tienen lugar en los “botellones”.

Y es que, sin duda, hay una modificación de la actividad anímica que tiene que ver con la multitud o masa. Freud, en su texto titulado “Psicología de las masas y análisis del yo” se pregunta justamente por este hecho y llega a una conclusión fundamental; que en la multitud o la masa tienen lugar, por un lado,  una intensificación de los afectos y por otro, una limitación de la actividad intelectual.

Para él, la esencia  de las multitudes tendría que ver con los lazos libidinosos (afectivos) existentes entre los integrantes de la masa. Así, la tendencia a la masa puede surgir muy fácilmente en los grupos formados por jóvenes, ya que normalmente están unidos por importantes lazos libidinales (los semejantes son muy importantes para ellos).

Si además, le añadimos el potente efecto que para ellos puede tener la existencia de un líder, “el efecto masa” está servido. El líder puede representar alguien parecido con quien identificarse y por lo tanto, teniendo en cuenta las dificultades subjetivas y de construcción de identidad por las que pueden atravesar los jóvenes, el influjo del líder puede ser importante para el comportamiento en grupo.

Sin duda, es posible potenciar y establecer alternativas de ocio más saludables, sabemos que las hay y están disponibles para ellos. Sin embargo, es necesario entender, que los comportamientos violentos tienen que ver con algo mucho más profundo.

Vivimos en una época en la que existe lo que los psicoanalistas llamamos un declive de lo simbólico y un aumento del valor que se le da al gozar sin límite. Esto lleva aparejado que no se ponga un freno a las pulsiones, con lo que esto puede tener de peligroso para uno mismo y para los demás.

Freud, en su obra “Más allá del principio del placer”, nos enseña que la pulsión de muerte es inherente al ser humano y actúa de forma silenciosa e inconsciente la mayoría de las veces. Así, cuando es dirigida hacia afuera, el prójimo se convierte en una tentación para satisfacer en uno mismo la pulsión de destrucción.

Siempre hay una relación entre violencia y pulsión de muerte. Pero además, hay otra relación, esta vez inversa, que tiene que ver con la violencia, y es la que tiene que ver con la palabra. El psicoanalista francés Jaques Lacan decía que “la violencia no es la palabra, incluso es exactamente lo contrario”. La violencia se ubica del lado del acto y queda por fuera de la articulación simbólica, contrariamente a la palabra.

Por ello, es muy importante hablar con los jóvenes y fomentar, en la medida de lo posible todo lo que tiene que ver con lo simbólico; lecturas, contarles historias…etc. Además, tenemos que escucharles y acompañarles, no dejándoles solos y desamparados ante su transitar adolescente. Como dice el psicoanalista José Ramón Ubieto, hemos de convertirnos en interlocutores válidos y para ello debemos de reconocer su singularidad y sufrimiento, aportando nuestra escucha y nuestra palabra, pero también, dejarles claro que los actos que cometan tendrán consecuencias de las que ellos serán responsables.

Así, si queremos ayudar a nuestros jóvenes, todas estas cuestiones deben ser tenidas en cuenta por padres, tutores, profesionales y la sociedad en general.

 

María Isabel Sánchez.