El deseo insatisfecho
Hace unos días leí una frase por internet que llamó poderosamente mi atención: “El sueño de los pájaros es poder caminar”. Esta frase resume muy bien lo que le pasa al neurótico, o sea a la mayoría de los mortales.
Y es que, nunca, bajo ninguna circunstancia estamos totalmente satisfechos. Siempre habrá algo que “falte”, y esta falta, este agujero, siempre estará ahí, formando parte de todo lo humano, ya que es inherente a él. Así es nuestro deseo de revoltoso e inconformista, ya que, nunca se satisface del todo. La parte positiva de nuestra insatisfacción crónica es que nos mueve, nos empuja a seguir, nos motiva para ponernos metas y para luchar. En suma, nos hace seres deseantes.
¿A cuánta gente conoces que tienen todo y sin embargo no son felices? ¿Te has sorprendido alguna vez preguntándotelo a ti mismo? ¿E incluso sintiéndote culpable por tenerlo todo y no sentirte tan feliz como se supondría?¿Cuántas veces te has dicho? “si tuviera tal o cual cosa sería feliz o más feliz”. Y sin embargo cuando has llegado ahí, cuando lo has conseguido, te has dado cuenta de que no te sientes como esperabas, o te sientes muy bien pero por un periodo muy corto de tiempo, y de pronto, te vuelves a sentir como antes, y aquello que tanto anhelabas pierde su capacidad para hacerte lo feliz que tú pensabas, y ahí todo se pone en marcha de nuevo y vuelves a tener otra meta, otro deseo, y otra nueva ilusión de completud al pensar en el momento en que uno lo consiga, y así, vuelta a empezar.
Pero la felicidad son momentos, y el conseguir una “satisfacción llevadera” depende del sujeto. Cuando el sujeto se da cuenta de que haga lo que haga siempre estará en falta, se libera en algún sentido ya que entonces no hay que correr tanto detrás de lo que uno anhela, pues aunque lo consiga, nunca será lo que le llenará como él pensaba y aparecerá otra falta. Así el deseo se mantiene insatisfecho para siempre.
Y aunque ciertas circunstancias son favorecedoras de bienestar, cuando estamos en ellas no las vemos, no les damos el valor que se merecen y siempre sigue faltando algo. Sin embargo, cuando aceptamos que esto es así, que nuestra falta es irremediable, que forma parte de nosotros, nos sentimos liberados de alguna manera, ya que dejamos de angustiarnos por conseguir algo que nunca llegará, es decir, la completud, y paradójicamente, cuando uno puede aceptar esto, comienza a sentirse mucho mejor.