El superyo en el siglo XXI. Marie-Hélène Brousse
Esta conferencia se impartió en la Universidad de Buenos Aires, el 9 de Mayo de 2011, bajo el título “El superyo en el siglo XXI”
MHB nos habla en un principio del concepto de superyo en Freud, para el cual, se trata de una instancia psíquica no muy clara e incluso contradictoria, ya que por un lado es la instancia de la moral en el sujeto, consecuencia del complejo de Edipo, y por otro, se presenta como la instancia de la demanda de satisfacción, la instancia que siempre pide un poco más de satisfacción.
Además, Freud define al superyo como sádico, por lo que hay una relación del superyo con la perversión, encarnando así una paradoja, ya que por un lado tiene que ver con la moral, y por el otro con la perversión.
Lacan, por su parte, hace verdaderos esfuerzos por diferenciar los conceptos freudianos de superyo y de ideal del yo.
Habla del superyo en el Seminario I y lo define como un enunciado discordante (desconectado de lo simbólico) y congelado que impone al conocimiento dialectizado del orden simbólico una limitación. Es una escisión para el sujeto de su relación con la ley. Sería como un imperativo que tiene que ver con un mandato fuera de sentido y fuera del discurso, lo que del discurso queda fuera del sentido.
Por otro lado, el ideal del yo es lo que está cubierto por la ley, cubierto por el Nombre del Padre, y el superyo lo que queda fuera, teniendo sin embargo, el mismo poder del ideal del yo.
Lacan también hace alguna referencia al superyo en el seminario X, “La angustia”, ya que el superyo es el que produce la angustia en el sujeto. También refiere MHB, que aquí Lacan hace surgir la relación entre el superyo y la voz, y que aquí es la primera vez que Lacan separa la forma gramatical de la orden, del imperativo de la voz que le sostiene, separa el enunciado de la voz que lo pronuncia.
Hace referencia a los dos objetos lacanianos; la voz y la mirada, y apunta que el superyo, siendo la voz, funciona como la alucinación verbal para el piscótico.
Luego, MHB, desarrolla tres puntos importantes sobre el superyo tomados del seminario XVI de Lacan, “De un Otro al otro”:
El primer punto hace referencia a que Lacan dice que el superyo no es una instancia psíquica.
En el segundo habla de cómo el analizante vuelve siempre sobre la misma cosa. Se trata de un fenómeno de estructura y no una instancia. Es algo que vuelve siempre al mismo lugar de manera necesaria y que está relacionado con lo que se perdió al hablar, con el objeto perdido, es decir, con el modo fundamental de goce del sujeto. Es el lado cansador e insoportable del superyo que tiene que ver con la repetición del modo de goce.
Con respecto al último punto, MHB habla de la relación del superyo con la perversión. Comenta que el masoquista se hace esclavo de la voz del amo, pero que en el masoquismo nunca se elige a alguien que tenga verdaderamente una posición de poder. En este sentido dice Lacan, que es una perversión “engañadora”, lo que no ocurre con el sádico que es mucho más serio. El superyo tiene que ver con esta voz sádica.
También apunta que el superyo tiene mucho que ver con la exigencia de goce de un sujeto.
Para terminar, y de una forma más personal, habla de la relación del superyo con la universidad, y nos dice que el superyo la encarna bien. La Universidad sería uno de los nombres del superyo por que exige todos los saberes, todo sobre el saber. Se ubica como un metasaber, un saber sobre los saberes, justo al contrario que el inconsciente, que es un saber sin saber y que no es un saber expuesto sino en acto. Además, el discurso universitario es organizado por el deber, se manifiesta como “hay que…” “tenemos que…” etc.
El saber universitario puede ser un saber que simplemente nos interese, pero no un saber que nos “toque”, este saber solo puede obtenerse en el análisis. El análisis produce efectos de verdad, pero no es así en el caso de los artículos académicos. El saber Universitario no inventa nada.
La experiencia analítica no es una experiencia superyoica, sino de deseo para conectar el objeto, no con un Otro completo, sino con la división subjetiva propia del sujeto.